martes, 26 de noviembre de 2013

De cascada en cascada

Godafoss, donde llacen los dioses vikingos/Cristina Palomar 
Después de semanas dando vueltas por Islandia buscando elfos sin éxito, llega un momento en que te acostumbras a ver como normal el paisaje más asombroso. A mi me pasó con las cascadas: llegué a ver tantas que perdí la cuenta. Por eso me olvidé de explicaros mi paseo por Godafoss, una imponente cascada situada al oeste de la isla donde se cuenta que los vikingos arrojaron a sus belicosos dioses cuando abrazaron la aburrida fe monoteísta cristiana.

Mi olvido también se explica en parte porque el estruendo y la fuerza del agua me aterraban y era imposible acercarme a menos de cien metros. Sin embargo, al final me reconcilié con las cascadas islandesas gracias a tres bellezas: Svartifoss, Skogafoss y Seljalandsfoss. La primera está al sur de Vatnajökull en dirección hacia Reykjavik y forma parte del parque de Skaftafell.


Las paredes basálticas de Svartifoss
La cascada Svartifoss es muy bonita: la esbelta lengua de agua se desliza por una pared hecha de columnas de basalto que inspiró la construcción de la fachada de la catedral de la capitalLa putada es que para llegar hasta ella tienes que caminar más de una hora y media por un sendero cuesta arriba encharcado y rodeado de niebla. Acabé agotada y mojada de pies a cabeza, cámara incluida.


Skogafoss, entre Vik y Reykjavik/Cristina Palomar
Para llegar desde Skogafoss hasta Seljalandsfoss tienes que atravesar primero un impresionante desierto (sandur) de tierra negra. El Skeidarásandur es el resultado de todos los sedimentos volcánicos que en 1996 arrastró el glaciar que tapaba un volcán que entró en erupción. El desastre se llevó por delante carreteras, puentes y casas en cuestión de pocas horas, pero agrandó la isla unos cuantos kilómetros. El paisaje te deja sin palabras y los campos de lava que ya verdean también.

Un campo de lava después de atravesar el sandur/Cristina Palomar

Y para acabar pasmada del todo, nada mejor que un buen remojón en Seljalandsfoss. Nada de bañarse, por supuesto. De lo que hablo es de ver la cascada desde el interior de la montaña y en el caso de Seljalandsfoss se puede hacer porque un camino la bordea completamente. Hay que ir con cuidado porque el sendero está muy resbaladizo, pero aunque acabes chorreando o con el culo en el suelo la sensación es inolvidable. Además, el agua no está tan fría y no huele a huevos podridos como la del grifo.


Seljalandsfoss se puede rodear/Cristina Palomaar
IslandiaLas razones de mi viaje a la isla misteriosa.
  

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