domingo, 8 de septiembre de 2013

Woody Allen estuvo aquí

La Regenta y la catedral de Oviedo/Cristina Palomar

Llegar a Oviedo desde León en coche impresiona y no sólo porque una fantástica autovía te ahorra tener que atravesar la imponente cordillera cantábrica y el temido puerto de Pajares. Impresiona porque la infraestructura es una gran obra de ingeniería y porque de golpe dejas los llanos infernales de Castilla y León para introducirte en un mundo mágico lleno de niebla, agua, humedad, verde y todos los demás colores del arco iris pintados en las casas asturianas.

La ruta te lleva directo hasta la capital de Asturias después de atravesar unos cuantos pueblos escondidos entre pronunciados valles y dejar a un lado Mieres, importante centro minero y siderúrgico.

Oviedo es más que la capital situada en el centro geográfico del Principado y paso obligado del Camino de Santiago. Es, sobre todo, otro ejemplo de lo que el trasnochado nacionalismo mesetario puede hacer con una ciudad que fue capital del reino astur y que se fundó en el 761 para defender el cristianismo de la invasión árabe.

Algunas de sus calles todavía llevan nombres que glorifican la dictadura franquista como la céntrica Avenida de la División Azul o la calle del teniente coronel Tejeiro.
Por suerte, el franquismo provinciano y cateto no ha acabado del todo con su explendor y el Oviedo de La Regenta resurge como una ciudad "cultural, monumental, cosmopolita, limpia y peatonal", según las guías. 

Yo añadiría también un poco cara y llena de norteamericanos gracias a Woody Allen.


Típica calle del Oviedo histórico/Cristina Palomar
La mayoría de las visitas se pueden hacer a pie porque se concentran en el casco viejo presidido por la Catedral, un montón de iglesias, casas señoriales, esculturas y calles y plazas empedradas. Lo más lógico es llegar al centro histórico por la calle de la sidra (calle Gascona) llena a rebosar de sidrerias, de terrazas y de turistas.

Yo me guié por el sonido de las gaitas asturianas pero antes de irrumpir en la plaza y ver decenas de gaiteros y gaiteras tocando Asturias patria querida es visita obligada parar en la panaderia que hace esquina entre las calles El Águila y Jovellanos para comerse una buena ración de empanada de cabrales o atún y unas roscas dulces a un precio asequible para un bolsillo en crisis.

Las iglesias nunca han sido objeto de mi devoción, así que me dediqué a pasear por la ciudad vieja y a fotografiar el bonito mercado del Fontán. Si hay tiempo, el paseo por el Campo de San Francisco y la comerial calle Uría es una delicia.

En verano, Oviedo se llena de turistas y todos los bares, restaurantes, hoteles y comercios de la ciudad aprovechan para hacer el agosto disparando los precios. Por eso, una alternativa es hospedarse en alguna de las casonas asturianas repartidas por las laderas. Yo estuve tres noches en Casa Camila, una acogedora casa situada en Fitoria de Arriba y propiedad de Antonieta con unas hermosas vistas del valle. La lástima es que nos hizo el típico clima ovetense: lluvia, humedad y frío todos los días. 


La hermosa Santa Maria del Naranco/Cristina Palomar
También son visita obligada las iglesias pre-románicas, una virguería del arte a caballo del tosco arte visigótico y del románico. A pesar de la lluvia visité las iglesias de San Julián de los Prados (casi a las afueras de Oviedo y cerrada a cal y canto) y de San Miguel de Lillo, y el archiconocido palacio de Santa María del Naranco que aparece en la olvidable película Vicky, Cristina, Barcelona.

Éstas dos últimas construcciones que pude ver con algo de sol no están en la ciudad, sino en una ladera, así que no hay más remedio que ir en coche o taxi. Para visitarlas hay que pagar 3 euros al guía, que en un suspiro te hace un resumen de todo porque la cola de visitantes que esperan turno no tiene fin.

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