sábado, 24 de agosto de 2013

Tomar el sol de espaldas al mar (II)

El Arenal de Morís con marea baja/Cristina Palomar
El éxito de las playas asturianas es tal que muchos alcaldes se están planteando cobrar un peaje a los turistas que se acercan con el coche y también a los que acampan por libre con sus autocaravanas. En algunos municipios ya lo hacen desde hace unos años y justifican este impuesto revolucionario discriminatorio recordando que el invierno asturiano es duro y largo, y que los recursos públicos para hacerle frente son cada vez más pequeños. 

Lamentablemente, la población asturiana no deja de envejecer y en las zonas industriales y mineras la crisis está obligando a muchos a volver a emigrar.

Pero mientras los políticos discuten sobre la idoneidad de la propuesta y las consecuencias que puede tener para una fuente de ingresos tan importante como el turismo, yo seguiré hablando de las bellas playas asturianas, en este caso de la costa oriental.

A diferencia de la Costa Verde, en el tramo que va desde Gijón hasta Unquera -en la frontera con Cantabria- las playas son más extensas y abiertas al furioso viento que tanto gusta a los surfistas. Al final pierdes la cuenta de cuántas has llegado a visitar en un día.

La playa de Cuevas del Mar/Cristina Palomar
Para mí, dos de las más hermosas son las playas de Cuevas del Mar y el Arenal de Morís. Visité las dos un lluvioso día de frío y viento, y el espectáculo no dejó de maravillarme al igual que la osadía de los grupos de jóvenes que se bañaban desafiando las olas.

Cuevas del Mar impresiona porque no descubres las grutas y la curiosa forma que el mar ha dado a la roca hasta que no estás justo delante. La playa es extensa y tiene un chiringuito fantástico que ofrece las mejores vistas del conjunto artístico natural. Del Arenal de Morís me cautivaron los extraños dibujos de las rocas y no pude dejar de recordar la playa del Planeta de los Simios justo cuando Charlon Heston descubre los restos de la estatua de la Libertad.

La misteriosa playa de Gulpiyuri
Sin embargo, he dejado para el final de los dos apuntes sobre las playas de Asturias la de Gulpiyuri. Es la joya de la corona y curiosamente no se anuncia desde la carretera como el resto para evitar su masificación.

Aún así, en agosto se llena de gente hasta la bandera aunque yo no tuve problema porque, a diferencia de los asturianos, yo estoy acostumbrada a madrugar para ir a la playa a coger sitio. Gulpiyuri es una maravilla y un milagro de la naturaleza. Su peculiaridad es que no está abierta al mar directamente, sino que se nutre del agua que se filtra por una estrecha abertura.





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