sábado, 3 de agosto de 2013

Japón bien vale un viaje


La zona cero donde cayó la bomba


Con la maleta ya preparada para seguir viajando en busca de sensaciones, hoy pongo punto final a este personal paseo por Japón. Y lo quiero hacer hablando primero del impacto que me provocó Hiroshima, otra de las visitas imprescindibles de este sorprendente país. 

El abrigo de Nellie Bly es un blog positivo, así que no me regodearé en el hartón de llorar que me di visitando el museo de la paz y viendo los efectos tan horrorosos que la bomba y la radiación han provocado en generaciones de japoneses, entre ellos Sadako, una niña que pretendió engañar a la muerte haciendo miles de grullas de papel y no lo consiguió

El famoso tori de Miyahima

Nada mejor para reconciliarse con la humanidad que coger el ferry hasta Miyahima: una peculiar isla al sur de Hiroshima que acoge al visitante con un enorme tori (típica puerta de santuario sintoista naranja) situado en el mar y te vende unas ostras deliciosas acabadas de pescar. En la isla ni se nace ni se muere porque no hay hospitales. Lo que sí que hay son santuarios sintoístas y los japoneses visitan la isla constantemente.

Aunque los japoneses piensen que los raros somos nosotros, darse una vuelta por suelo nipón es como viajar a otro planeta. La lista de extrañas y asombrosas costumbres es interminable, así que intentaré resumirla. Desde los atentados del 11S de Estados Unidos, han desaparecido todas las papeleras de calles, plazas, estaciones y parques. Aún así, no verás nunca un papel en el suelo.

Nadie, a excepción del personal de los hoteles y los trabajadores de multinacionales, habla un idioma diferente del japonés, así que intentar entenderte con alguien es perder el tiempo aunque se esfuerzan hasta lo ridículo por ayudarte. Suicidarse es una forma muy normal de recuperar el honor perdido mientras que fumar en la calle está muy mal visto y sólo puedes hacerlo en espacios habilitados.

Japoneses con sentido del humor
En Tokio me sorprendió ver que la gente hace cola para todo y a nadie se le ocurre colarse. Yo lo hice un día en el lavabo de un museo porque estaba desesperada y se quedaron asombrados. Supongo que si me hubiera meado encima no se habrían extrañado tanto. Paseando por el barrio comercial de Ginza me encontré a un montón de gente haciendo cola en silencio en la acera frente a un centro comercial de cinco plantas dedicado enteramente al engendro de Hello Kitty que todavía no habia abierto.

Los japoneses son maniáticos del orden como los alemanes y  la limpieza es una auténtica obsesión. A pesar de ser tan aburridos y poco dados a la improvisación, nunca me he sentido tan segura viajando por el extranjero como en Japón y eso es de agradecer porque puedes concentrarte en otras cosas. Puedes ir con el bolso abierto, con un fajo de yenes en el bolsillo o dejar el paraguas en la entrada de una tienda y recogerlo al salir con total tranquilidad.


Las bicicletas circulan por las aceras en perfecta armonía con los peatones y llevan una barra para acoplar un paraguas por si llueve. Cuando hay un terremoto, se disparan todas las alarmas y la gente se viste con casco y botas de goma. Todos tienen un kit antiterremotos en su casa.

Las bodas horteras están de moda
Muy a mi pesar, la casi perfecta sociedad japonesa es en realidad terriblemente machista. Las chicas jóvenes llegan a la universidad pero su meta continúa siendo la de casarse con un hombre con dinero. Tienen hijos muy jóvenes y el nivel de infidelidad de las parejas es muy elevado. No lo es tanto el índice de divorcios porque es una sociedad donde las apariencias son muy importantes.

Son poco cariñosos y las muestras de afecto, incluso entre padres e hijos o pareja, están consideradas como un signo de extravagancia occidental. Durante mi viaje me cansé de escuchar chistes sobre las sorprendentes habilidades reproductoras a distancia de los nipones.

Mientras las mujeres esperan en casa y cuidan de los hijos, los maridos se corren unas borracheras descomunales de sake y otros alcoholes occidentales cuando salen de trabajar y en plena sakura -floración de los cerezos- acostumbran a reunirse con otros compañeros de trabajo para beber y comer en los parques acabando la fiesta en las típicas tabernas japonesas que no tenéis que dejar de visitar porque se come muy bien y bastante barato. Aún así, Japón bien vale un vuelo de quince horas.

¡Nos vemos en septiembre!



No hay comentarios.:

Publicar un comentario