miércoles, 28 de agosto de 2013

El funicular de Álvarez Cascos

Bulnes turístico/Cristina Palomar

Viajar a Asturias y no dedicar un par de días a recorrer la zona del parque nacional de los Picos de Europa es casi un sacrilegio. Sorprende lo cercanas que están las montañas de la costa y tanto desde Ribadesella como desde Llanes (Costa oriental) no se tarda más de una hora en coche en llegar a la cuna del queso Cabrales.

Mi objetivo era Bulnes, un pueblo habitado por una veintena de familias y situado en la falda del Pico Urriello (Naranjo de Bulnes, 2.519 metros) al que hasta hace unos años sólo se podía acceder por un tortuoso camino entre las montañas que sólo utilizaban alpinistas, mulas y vecinos.

Entrada al funicular/Cristina Palomar
Bulnes gozaba de una tranquilidad pasmosa en su aislamiento invernal hasta que en 1998 se convirtió en el centro de una polémica cacicada protagonizada por el ministro de Obras Públicas asturiano Francisco Álvarez Cascos, que se empecinó en construir un funicular para abrir el pueblo al turismo de masas.

La faraónica obra costó más de doce millones de euros y ahora se conecta Bulnes con Poncebos en siete minutos por un túnel subterráneo que salva un desnivel de unos 400 metros. Llegar en funicular hasta Bulnes cuesta la friolera cantidad de 21,50€ y cuando sales del túnel tienes que caminar un buen tramo hasta llegar al pueblo.

El pueblo es pintoresco pero está perdiendo todo su encanto. Encajonado entre altos picos y bañado por un riachuelo de agua helada, Bulnes está lleno de restaurantes -la mayoría cutres- y de tiendas de souvenirs que venden lo mismo que encuentras en el resto de Asturias.

Además, en agosto, intentar encontrar una mesa libre para almorzar se puede convertir en una odisea, así que lo mejor es llevar picnic. Por lo demás, parece un pueblo fantasma porque no vive casi nadie, sobre todo en invierno.

Uno de los lagos de Covadonga
Otro lugar peculiar que visitar en la zona es la masificada Covadonga. Si eres cristiano devoto disfrutarás con el santuario dedicado a la Virgen de Covadonga (la Santina) y con la gruta donde se erige una figura de la virgen y donde están enterrados los reyes asturianos Pelayo y Alfonso I. También te hará falta mucha paciencia porque siempre está lleno de gente y aparcar es casi un milagro.

Para los no creyentes, lo mejor es visitar los lagos Enol y Ercina, situados un poco más arriba de la basílica. El paisaje es imponente, la carretera arriesgada y las vacas que se atraviesan en el camino tienen muy mal genio.

Puente romano de Cangas de Onís
Otra opción menos peligrosa es visitar los lagos desde Cangas de Onís con unos autobuses lanzadera que salen desde un párquing situado a las afueras del núcleo urbano. Si optas por esta alternativa no te olvides de visitar a la vuelta la población, capital del reino de Asturias hasta el 774 y escenario de la Batalla de Covadonga, donde Don Pelayo venció a los musulmanes y fundó el primer reino cristiano de la península después de la derrota de los visigodos.

En Cangas, cada piedra esconde una historia.


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