viernes, 12 de julio de 2013

En Japón el raro eres tú (III): las vacas beodas de Kobe



Ternera de Kobe/Crisitna Palomar

Me costó pero al final comprendí que comer sushi en Japón es como comerse un bocadillo de calamares en Madrid o uno de fuet en Barcelona. Los veinte euros que he llegado a pagar por una bandeja de sushi variado en cualquier restaurante de mi ciudad se convirtieron en cinco durante mi estancia en Tokio.

Cada mañana, después de desayunar en el hotel, me dirigía a los centros comerciales de la calle principal del barrio de Ginza. Todos tienen la planta baja dedicada exclusivamente a la comida (y algunos tienen una segunda planta sólo de pasteles para los golosos toquiotas), así que me estaba un buen rato dando vueltas como un tonto escogiendo la cajita feliz y la marca de sake nueva que devoraría para el almuerzo.

Cajita feliz/Cristina Palomar
La cajita feliz es una especie de fiambrera donde cabe de todo, normalmente arroz y pescado variado crudo y en tempura con sus palillos y su aliño. Hay un montón de tiendas especializadas cuyos escaparates están llenos de fotografías con las variedades y precios de las cajitas y tú sólo tienes que escoger la que más te guste.

Los japoneses no paran nunca quietos y la gente come en cualquier parte: en el tren bala, en la estación de metro, en un banco en el parque... La cajita feliz es un gran invento para el japonés: higiénica, barata y alimenta. Yo, en cambio, siempre me quedaba con hambre.

A pesar de que el pescado crudo solo (sashimi) o con arroz y algas (sushi) y las tempuras son los platos que más identifican a la cocina nipona, no son los únicos. Hay multitud de recetas y también de técnicas para cocinar, y la manipulación de los alimentos es casi una obra de arte. Hasta da pena comer de lo bonitas que son las composiciones que te montan en el plato. Yo no paraba de hacer fotos.

A los japoneses les encanta el pescado crudo, los pinchos  y los rebozados, y también la carne, aunque ésta es más cara y no todos pueden permitírsela muy a menudo.

Plancha de Tepanyaki/Cristina Palomar
En un episodio de generosidad que no volverá a repetirse fuimos a cenar a un restaurante tipo Tepanyaki. Te sientas alrededor de una inmensa plancha y el cocinero te va asando la comida y te la va sirviendo. Después de media hora masticando pescados diversos, llegó la hora de hincar el diente a la ternera de Kobe.

Esta carne está considerada la mejor del mundo (y también la más cara). Para justificar el precio y la fama alimentan a las vacas con cerveza, les dan masajes diarios para distribuir la grasa entre la carne, les ponen música para que no se estresen y las mantienen inmóviles para que no musculen.

No sé si la cena me sentó mal porque hacía 8 años que no comía tanta carne roja o porque me imaginé como una vaca de Kobe, colgada del techo y beoda.

El sabu-sabu/Cristina Palomar
Otra técnica de cocina desconocida para el occidental es el sabu-sabu, una especie de nombre onomatopéyico que responde al ruido que hace el agua al hervir en Japón. Algo así como nuestro chup-chup. 

Se trata de una inmensa cazuela llena de agua hirviendo que colocan en el centro de la mesa en dónde se sumergen los palillos con las verduras y la carne cortada muy fina que una amable camarera te va trayendo constantemente hasta que la comida te sale por las orejas porque no entiende lo que quiere decir stop. Hay que tener cuidado con sumergir demasiado los palillos porque te puedes quemar o perder tu ración en la olla.

Decididamente, prefiero el pescado con mercurio a la carne con cerveza.

Japón: las razones de mi viaje.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario